PERSITA PUIG
Leo en alguna parte que en no se qué programa de algún canal de televisión (mi gran memoria es legendaria) vuelve el personaje de Persita Puig. Sepan los mas jóvenes que Persita Puig, su vida ha cambiado, fué uno de los grandes hallazgos del marketing en los ochenta.
Esto me ha hecho recordar que hace tiempo escribí una historia sobre Persita que regalé a un amigo con la única intención de que le inspirara un corto que nos haría famosos a los dos.
El corto no se hizo nunca ergo no somos famosos ninguno de nosotros. Por su culpa, claro.
La historia ya no es mía puesto que se la regalé pero hoy voy a publicarla aquí para vengarme. Famoso no seré pero rencoroso, un rato.
Persita Martini
Noche tras noche, sobremesa tras sobremesa, Persita Puig nos contaba entusiasmada su lucha contra las manchas difíciles. Persita fue la heroína de millones de amas de casa fascinadas por la eficacia con la que esta catalana se ventilaba la colada.
La estrella del detergente lleva años fuera de la programación. Nunca lo ha lamentado. Incluso agradece su vuelta a la vida cotidiana y anónima en su cocina de clase media. Mientras, nuevas prescriptoras la han sustituido en la pantalla. Algunas incluso han alcanzado una efímera popularidad por su destreza contra la mancha de picota. Pero ninguna como Persita: tan eficaz en la colada, tan señora junto a la automática. No es de extrañar por eso que volviera a ser programada. Persita vuelve a la pantalla. Y en prime time, como las grandes.
Giorgio es un chulo en blanco y negro al que se le adivina un leve tono encarnado en los morros. El pelo moreno, corto; la nariz, recta, fuerte. Blindado tras unas gafas de sol Onasis, compone un tipo canalla en la frontera de lo impresentable.
Giorgio, camisa blanca, viste de negro. El traje impecable, justo de talla, insinúa un cuerpo bien formado, en realidad menos fuerte de lo que la ropa, con calculada intención, sugiere.
Giorgio es irresistible. Se ha visto a mujeres muy hermosas abandonar magnates a un gesto de Giorgio. Chicas Bond perder los papeles. Rubias platino desmadejarse por seguirle. Se le ha visto -¡qué mamón!- despreciar morbosas proposiciones con la suficiencia y el aplomo del que las tiene haciendo cola.
El Marketing quiso que Persita y Giorgio coincidieran en el mismo bloque publicitario. Fue en la 2, la misma noche de la reaparición de Persita, y se hablaría mucho de ello. Se dijo que le traicionaron los nervios. Que si había pedido la confianza en su detergente... Hay quien insinuó que no resistió la presión de la contraprogramación que se anunciaba.
Persita se disponía a explicarnos una vez más su habilidad contra la grasa cuando, desde el anuncio que precedía al suyo, Giorgio la mira fijamente y le hace un mohín con los labios. A Persita se le desboca el corazón, se siente súbitamente confusa: halagada, excitada, guapa y, al mismo tiempo, indefensa, desnuda...Echa mano de lo primero que encuentra en el tambor de la lavadora: unas bragas sucias que se lleva al pecho para ocultar la erección de sus pezones. Al mismo tiempo, con la otra mano se aferra a la automática en un último intento de guardar las formas. Giorgio, implacable, le dedica su gesto definitivo: se pasa el dedo más gordo de la mano por todo el morro.
Antes mujer que ama de casa, Persita no puede resistirlo. Ella, que no ha sido capaz de ser infiel ni a un detergente, abandona su spot por el de Martini.
Los colores de Persita, resistentes al lavado, desentonan en el blanco y negro años sesenta del spot de Giorgio. Sofocada como llega a la soleada Riviera italiana, la rebequita la está matando. Definitivamente no va vestida para la ocasión pero no hay tiempo que perder. Insegura pero hechizada se dirige con paso firme hacia el gigolo que le ha puesto morritos. Segundos fuera. Y entra el spot de Persita sin Persita, perdida para siempre en aquel spot que la invitó a vivir, tan lejos del mundo del prelavado.
Tampoco a Giorgio se le volvería a ver restregándose el morro por la Riviera. Persita no ha renunciado a una reputación por treinta segundos de felicidad. Y se lo ha dejado claro: el frotar se va a acabar.
Julio Romero de Torres (1874 - 1930)
Hace 3 semanas
1 comentario:
nunca es tarde para rodarlo ¿no?
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