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Llega el verano. Cuidado
A Eugenia Morales, le gusta puntualizar que ella es turista todo el año. Con esto quiere diferenciarse de tantos y tantas que en vacaciones son mas lanzados y tienden a comportarse de forma mas desinhibida que en su rutina del resto del año. No aguanto a las modernas de temporada, es otra forma que a menudo utiliza para expresarlo.
Y es que llega el verano. Cuidado. Porque te ves fuera de casa, te ves moreno y descansado y ¡te entran unas ganas de meterte en líos!..
La Morales y las buenas costumbres
(monologo testimonial)
Eugenia: -Ya va siendo hora de que se diga: Las que no sepan enamorarse que no se enamoren.
Pepi no era de enamorarse así que, cuando se enamoraba, se ponía insoportable.
Una se enamora mucho. Y claro está, se desenamora mucho. Una sabe aguantar el tirón. Comerse la lengua y llorar a solas. Mantener el tipo, comportarse... Una sabe retorcerse el conejo. Pepi no.
El le había dicho a Pepi que se llamaba Mohamed, lo cual, por supuesto, era absolutamente falso. Moro era. Guapo, un rato. Lo de llamarse Mohamed, sin embargo, era muy, muy improbable. Cualquiera que se haya enamorado un poco sabe que todos los moros guapos se llaman Mohamed. Y que mienten.
Pepi llevaba haciendo el ridículo una semana entera. Y a una le dolía. Desde que se había dado el primer revolcón con Mohamed en las dunas de la playa, se le había puesto una mirada mansa realmente asquerosa y nada operativa. Le seguía con la vista, hipnotizada. Y no escuchaba. Y respondía con monosílabos. Y una no podía más.
Una sabía que el morito era muy juguetón. Una sabía que el morito se lo hacía con media playa. Una sabía que nada más fácil para una que hacérselo con el morito. Es más, una le había tenido que parar los pies al morito más de una vez.
Y no es que a una no le gustara ese morito canalla, es que una es amiga de sus amigas. Y que una estaba enamorada. José Luis -mi José- no era Mohamed. No tenía esos ojos verdes ni esa sonrisa fluorescente. Ni esa piel morena tan tersa, tan pegada a los músculos. Tampoco tenía esa vena tan marcada que le bajaba hacia la ingle para perderse dentro del bañador, quién sabe dónde...No. Pero al menos una estaba segura de que se llamaba José Luis. Y de que estaba loco por una.
Una no es infalible. En qué momento José Luis dejó de estar loco por mi y se volvió loco por Mohamed es algo que ignoro absolutamente, pero nadie que me observara aquella noche en Amnesia adivinó el más mínimo gesto de sorpresa en mi rostro.
José Luis y Mohamed se besaron en nuestros morros. En medio de la pista. A Pepi -ojos como platos- el labio inferior de su boca, eternamente abierta, se le descolgó hasta la altura de las tetas. Aquella noche se vio quién era Pepi y quién era Eugenia Morales.
Una sabía que no debía darse por aludida aunque el moro le guiñara el ojo a una tras el cogote de Jose Luis. Pepi no. Pepi, fuera de si, no era Pepi. Era el mismísimo De la Morena retransmitiéndome a gritos lo que todos estábamos viendo.
Las que nos enamoramos sabemos de sobra lo difícil que es aguantar un golpe bajo con doce centímetros de tacón. Pepi no. Pepi quiso abalanzarse sobre ellos atravesando una selva de rímel que le cerraba el paso y le impedía ver por donde iba. El guarrazo fue sonado. José Luis, muy caballero, se apresuró en su ayuda.
Una optó por desaparecer en la zona vips con un martini.
- "Eugenia, tía, que salgas que Mohamed quiere verte y la está liando en la puerta.”
-“Dile que para nada. Que si ELLA es mora, yo soy LA MORALES.”
Mal empezábamos.
6 comentarios:
Que suerte tengo de que el mundo árabe no me interese nada de nada... yo hace unos años perdí a uno de mis mejores amigos, que enloqueció por un Mohamed... Ahora reconozco que si me pasa lo del morreo en la pista de Amnesia, yo no aguanto el disgusto sobre 12 cm de tacón, yo se los clavo en el cuello...
Me has dado que pensar, Calamarin. Yo creo que se debería exigir un permiso especial para llevar esos tacones. Un certificado de equilibrio (fisico y mental) o algo así. Al fin y al cabo son un arma que igual que se usa para salir de caza podría usarse para cometer un asesinato.
Me ha encantado la historia -y la ilustración- es deliciosa, muy del estilo de novelistas madrileños verduscos de la primera mitad del XX como Pedro Mata.. pero puesto al día, claro.
¡Aún no ha empezado el verano, y ya has hecho dos entregas de esta serie!
Justo, me alegra mucho que te guste. No conozco a Pedro Mata, aunque su nombre me suena. Ahora que ser "verdusco" me parece lo mas. Gracias.
En cuanto a lo de que sea una serie, no lo había pensado pero quizá sea una buena idea.
Uuuy, a mí la morisma me atrae mucho, pero en vista de que mis piernas de pajarito no me permiten calzarme un par de stilettos, mejor me olvido...
Patsy, yo me inclino a pensar que la morisma, como tu dices, no es muy exigente con los estilismos.
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