miércoles, 24 de junio de 2009

El blues de las hormigas


De Madrid al cielo. Ya, como no sea por las numerosas posibilidades de que te empaqueten con destino al otro mundo que te ofrece cada día esta ciudad: el pirao de la moto, la cornisa voladora, el taxista facha, la polución, otro taxista facha… Pero el cielo si, el cielo es especial en Madrid. La Cibeles no es especial, ni el Palacio Real, ni siquiera la Plaza Mayor es especial. De Madrid, el cielo -piensa Jacinto mientras contempla un espectacular atardecer desde su terraza en la planta 18 del edificio de apartamentos de la Plaza de España donde vive.
Sentado en su terraza, bañado del rosa, el azul y el oro del cielo, Jacinto escucha el murmullo de la ciudad que suena muy lejos. No así el lamento tan próximo, tan morboso de Billie Holiday una vez mas dispuesta a hacer cualquier cosa para retener al hombre que ama. Siempre le emocionan esas letras desgarradas, la entrega total al otro… A veces ha asomado alguna lagrima a sus ojos mientras escuchaba a Billie.

Es tan fácil sentirse solo, tan lejos de todo, en aquel piso 18 en el centro de la ciudad. ¿Cuándo fue la última vez que compartió un atardecer con alguien especial? ¿Cuánto tiempo hace que no ve una mujer cruzar aquel salón de enormes ventanales abiertos al cielo?
Bueno , en realidad, ayer mismo vino una pero fue pagando - se dice con una sonrisa complacido con su ocurrencia. Y es que ayer al llegar a casa todavía se encontró con Betsabé , la asistenta ecuatoriana que pone un poco de orden en ese caos. Hoy ni siquiera Betsa ha pasado por aquí porque está arreglando lo de sus papeles. Todo está un poco revuelto y no huele a pino ni a lavanda, ni a flores del bosque ni a ninguna de esas cosas que tanto gustan a Betsa y con las que indiscriminadamente perfuma cada rincón del apartamento. El periódico de ayer se amontona junto al de hoy sobre la mesita. Las almohadas del sofá no están milimétricamente alineadas contra el respaldo (esto, Jacinto lo agradece bastante) La lata de cerveza no volvió a la cocina y en el suelo…¡Vaya ! ¿a quién tenemos aquí?
Unas migas que seguramente cayeron ayer de la bandeja de la cena le hacen descubrir que no está tan solo, parece ser que ha estado compartiendo el apartamento con cientos de hormigas que ahora forman una atareada hilera desde la terraza a los restos de comida.
¿Cuánto tiempo he estado compartiendo el apartamento sin saberlo ? ¿Desde cuando andaban estas por aquí? ¿O han llegado hoy? ..Vaya ,vaya...Y total, todo lo que estaban esperando de mi eran unas migajas. Un poco de pan y están dispuestas a subir 18 pisos…
Desde la planta dieciocho de la Torre de Madrid todo son hormigas. Abajo los transeúntes no parecen de mayor tamaño que sus nuevas compañeras de piso. ¿Y si les echo una migas? ¿Alguien estará dispuesto a aparecer en mi vida? ¿Es eso?…- elucubra Jacinto.

¡Ya te vale Samaniego!

11 comentarios:

Capri c'est fini dijo...

Somos hormigas, eso está claro, vistos desde la Torre de Madrid o vistos desde las profundidades del metro. Y como las hormigas también aparecemos cuando menos lo esperamos...

Si te interesa el tema hormiguil, puede que te guste algo que escribí hace tiempo:

http://capricestfini.blogspot.com/2008/09/hormiguero.html

Un abrazo.

molano dijo...

Ya lo creo que me ha gustado, Capri. Se ve que las hormigas dan para mucho.

PATSY SCOTT dijo...

“We are closer to the ants than to the butterflies. Very few people can endure much leisure.” Es de Gerald Brenan, aunque nunca estuve muy de acuerdo. Antes butterfly toda la vida.
Billie Holliday me ha puesto nostálgica.
Capricestfini, cotilla que soy, he entrado en tu blog y me ha gustado mucho.

molano dijo...

Patsy, yo creo que Brenan tiene mucha razón pero estoy contigo, mejor butterfly.
¿Existe butterfly como verbo? Estoy pensando en "mariposear".

Bartleby dijo...

Sabes que yo un vez de chiquitita me comí una hormiga para ver a que sabían??
Me encantaba observarlas y como hacían sus filas de las que nunca se salían...
Por cierto, saben un poco picantitas, todavía recuerdo el sabor, como de plátano muy maduro.

molano dijo...

Bartleby no dejas de sorprenderme. En vez de aprender de la laboriosa hormiga vas y te la zampas.
Ya desde niña te tiraba la comida oriental.

Bartleby dijo...

Jajajaja!!
Tú si que me sorprendes, querido amigo!
me encantas como escribes y lo que cuentas..
Y a parte de mi gusto por lo oriental, es que soy tremendamente curiosa

Justo dijo...

Las hormigas se sabe cuando llegan pero no cuando se van. Aunque yo una vez les gané la batalla, jeje. Me costó meses. Y me gustan, pero no en mi casa; me da un poco de repelús eso de pensar que son un cuerpo único, que en realidad carecen de entidad individual. ¿Seremos igual los seres humanos? Y esa disciplina tan férrea... no les gusta el ocio.

(La Torre de Madrid en lo alto.. lo mejor. Me imagino escuchando allí a la gatita Billie..).

molano dijo...

Justo, no había caido en eso: "se sabe cuando llegan pero no cuando se van"... Como los amores.
Te digo, las hormigas dan para mucho. Tengo que hacer otro post con eso.
Y otro con una hormiga japonesa que no tiene voluntad individual ni le gusta el ocio.
Gracias, gracias, estás lleno de buenas ideas.

Santy Trombone dijo...

y no te olvides de la "Hormiga Atómica"... Que bonito relato, triste, pero como suele suceder lo triste siempre es más hermoso...

Argax dijo...

Llego aquí por recomendación de Uno, por similitud temática con la última entrada de mi blog.

Me gustó mucho esa imagen de querer lanzarle migas-cebo a los que caminan abajo por si logra atraerlos.

Un saludo.